Estos últimos días han sido particularmente dolorosos para Chile. Cuando impactados aun no podíamos creer la magnitud de los incendios y la cantidad de compatriotas fallecidos, la tragedia vuelve a golpearnos de manera inesperada: el Presidente Sebastián Piñera perdía su vida en un trágico accidente.
El impacto y la reacción que la muerte de Sebastián Piñera ha generado en todo el país, en mujeres y hombres, adultos y especialmente en jóvenes, en ciudades y pueblos a lo largo y ancho del país, ha sido impresionantemente conmovedora y emotiva. Ver el incesante desfile de personas, la mayor parte de ellos chilenos humildes, destinar horas y horas para dedicarle un último y emocionado adiós al ex presidente, conmueve hasta lo más profundo de nuestro ser, particularmente a quienes lo conocieron y dedicaron junto a él, años a la política y al servicio público en el país.
Nadie se ha restado de rendir su último homenaje a un Presidente excepcional.
Frente a una reacción de esta magnitud, resulta imperioso preguntarse cuál es el origen de esta admiración y gratitud. En tiempos que la política parece estar viviendo momentos de gran desprestigio en Chile, ¿qué hace que una multitud de compatriotas vean en Sebastián Piñera a un hombre, a un político y a un Presidente admirable y digno de un emocionado último adiós?
Probablemente no hay una única respuesta a esa pregunta y esas repuestas estarán siempre marcadas en alguna medida por la experiencia personal que cada uno de nosotros tuvo con él. Habiendo sido su Intendente en la Región del Maule, interactuado con su gobierno desde mi rol de Senador por el Maule y siendo Presidente de Renovación Nacional, su partido, creo poder esbozar y compartir algunas ideas.
En primer lugar, me gustaría destacar una idea central, que en estos días ya parece ser evidente a ojos de todos: el total compromiso de Sebastián Piñera para que sus gobiernos lograran conjugar democracia con progreso, libertad con solidaridad y orden con respeto a los derechos humanos.
Tanto el primer como el segundo gobierno del Presidente Piñera enfrentaron situaciones y desafíos inusuales e imprevistos. Revisemos: en relación al terremoto del 2010, qué hay detrás del despliegue total de las potencias del gobierno y del estado de Chile para reconstruir cuanto antes el país después de un terremoto desolador? Respecto al accidente en la Mina San José, qué hay detrás de la decisión de buscar sin cálculos a los 33 mineros perdidos en las entrañas de la tierra? Y finalmente en relación al Covid 19, qué motivación profunda había en anticiparse a las trágicas consecuencias de un virus letal e impredecible? Cuál es el significado de que la última preocupación en vida del Presidente Piñera hayan sido los graves incendios en la Región de Valparaíso?
Creo firmemente que en todas esas difíciles decisiones y preocupaciones, la formación humanista de Sebastián Piñera jugó un rol fundamental: la vida no tiene precio y debe ser protegida cueste lo que cueste, la miseria y la pobreza, aun cuando provenga de calamidades, no tiene porqué ser tolerada, aceptada y menos aún justificada. La claridad, el sentido de urgencia y la motivación ética para abordar esos desafíos, provinieron fundamentalmente del Presidente, logrando que todos sus equipos, partiendo por sus ministros, se sumaran a estas verdaderas cruzadas que el destino ponía ante sus vidas.
Democracia, progreso, libertad, solidaridad. Es fácil decirlas. Más aún, es fácil repetirlas una y otra vez, como una especie de mantra, que por repetido se vuelve vacío y estéril. Para Sebastián Piñera ello nunca fue así: cada una de esas palabras era un concepto y un mandato lleno de significado, lleno de vida, lleno de desafíos y lleno de propuestas, constituyendo una verdadera misión que lo hacían vibrar tanto a él como a quienes participaban de sus gobiernos. Los liceos Bicentenarios, la PGU, la correcta interacción de la salud pública y la privada, el empleo formal y digno, el crecimiento económico base del desarrollo social, por nombrar sólo algunos de sus logros, son parte de ese ideario personal. Jamás aceptó que dichos conceptos fueran contradictorios: entendía perfectamente que en algunas circunstancias es difícil promoverlos simultáneamente y ponía toda su capacidad e inteligencia para resolver esos aparentes nudos gordianos.
Los chilenos conocemos en carne propia las consecuencias de no respetar el orden público. También conocemos las terribles consecuencias de no respetar los derechos humanos. Y hay situaciones en que ambos valores, a ojos de muchos, parecen irremediablemente confrontados: peor aún, hay veces en que los presidentes de un país se ven enfrentados a esa encrucijada terrible. Ese fue el caso del Presidente Piñera. Le ocurrió en su primer mandato y también le ocurrió en su segundo mandato. Las marchas estudiantiles pudieron perfectamente terminar muy mal. Pero ello no ocurrió. Y el estallido de violencia del año 2019 pudo haber terminado aún peor, con grave daño no sólo a la propiedad pública y privada, sino que con un quiebre de nuestra institucionalidad de consecuencias imprevisibles para la vida de las personas y de nuestro país. ¿Era fácil resolver ambas situaciones? Evidentemente no. ¿Las mejores opciones eran nítidas? Tampoco. La salida mediante el diálogo en ambas ocasiones, y la apertura a una nueva constitución, en el segundo de los casos, resultan con el paso del tiempo, decisiones acertadas y valientes. Pero a mi juicio, no se trata simplemente de aciertos y valentía. Para llegar a esas soluciones se necesitaba convicción y carácter. Hoy es fácil sumarse a ese camino, pero en las horas más inciertas y oscuras, los criterios claros, el respeto por los derechos humanos y el valor de la democracia y sus instituciones, resultaban requisitos indispensables para tomar la ruta correcta. Gracias a Dios, Chile tenía en esos duros momentos a Sebastián Piñera, un Presidente que tenía la claridad, la convicción y el carácter necesario para guiar los destinos del país. La historia de Chile siempre se lo agradecerá.
Otro de los aspectos muy notables que me gustaría destacar, es lo impactante que resultó para todos quienes trabajamos con él, observar no sólo su capacidad de trabajo, su rigor y su responsabilidad frente a las tareas que enfrentaba, sino lo que a mi me gusta denominar “su ética de trabajo”. La famosa frase de trabajar 24/7 no era solo comunicacional ,ni menos aún una frase vanidosa de auto-elogio a su capacidad de trabajo. Era la expresión ética y moral de lo que Sebastián Piñera entendía por el servicio público, por el trabajo bien hecho y realizado en el momento oportuno. Nunca se rindió frente a una burocracia mal entendida, jamás aceptó un no porque no, como tampoco toleró un si porque si.
Le gustaba el rigor, la información, el fundamento, la experiencia, en fin, la suma de factores que le permitiera tomar una buena decisión en el momento correcto. Y eso mismo exigía a sus equipos. Estoy seguro que para todos nosotros fue una oportunidad de aprendizaje y de crecimiento personal: sólo nos exigió lo que se exigía a si mismo. Ojalá esa fuera la regla y no la excepción en todos quienes trabajamos por un Chile mejor.
Nadie puede regalar lo que no tiene. Es imposible dar amor si uno no ama. No resulta exigir generosidad si uno mismo es egoísta. Predicar la virtud por alguien sumido en el vicio es impensable. Sebastián Piñera tuvo virtudes públicas muy grandes, varias de ellas ya esbozadas en estas palabras, y que la ciudadanía valora y aprecia con agradecimiento. Para todos quienes tuvimos la oportunidad de al menos asomarnos a su vida personal y familiar, es evidente la importancia y el rol primordial que Cecilia Morel, sus hijos, sus nietos, sus hermanos y sus padres, jugaron en moldear a quien hoy rendimos homenaje. Ellos fueron la principal fuente de sus virtudes. Mirarlos hoy, refugiados en su amor familiar y al mismo tiempo mantener su preocupación por lo que ocurre con los incendios y fallecidos en Valparaíso, es emocionante y conmovedor para todo Chile. No solo eso, son también un ejemplo de apoyo amoroso y a ratos estoico, a un hombre que entregó lo mejor de si a nuestro país.
Sebastián Piñera nació políticamente en Renovación Nacional. Fue Presidente de nuestro partido y el militante que ha ejercido los más altos cargos que alguien puede llegar a tener gracias al apoyo del pueblo de Chile. Su legado es inmenso y reconocido, como también es enorme el cariño que nuestros compatriotas le profesan. Desde Renovación Nacional, entendemos que Sebastián Piñera ha entrado en la historia grande de nuestro país, y por lo mismo, nos sentimos genuinamente orgullosos que unos de los nuestros sea portador de los ideales más altos que nuestro partido promueve desde su fundación.
¡Viva Chile!
Rodrigo Galilea Vial
Presidente RN